Mazapanes Toledo
Lugares con historia: Mazapanes Toledo, Bocados de tradición Visitar la fábrica de los famosos Mazapanes Toledo, no sólo representa un viaje a través del tiempo hasta finales de los años 30, cuando Luis García Galiano, inmigrante español, los dio a conocer en méxico. Es también un recorrido por la historia de este dulce artesanal surgido en Oriente en el siglo 10.
Susana de Rivas, Javier, Daniel y Enrique Garcia Galiano de Rivas han preservado un dulce negocio por generaciones. Fundada en diciembre de 1939, esta empresa ha permanecido en el gusto de los capitalinos. Sabías que? Se conoce como mazapán a la masa obtenida por amasado, con o sin cocción de la mezcla de almendras crudas, peladas y molidas con azúcares en sus distintas clases y derivados. La pasta obtenida presenta una textura blanda y es facil de moldear para formar figuras.
Una empresa de tradición Mazapanes Toledo ha mantenido en México esta dulce expresión al paso de viarias generaciones.
Almendras, azúcar, huevo y miel son los ingredientes principales, de un dulce que por tradición se consume en México, principalmente en Navidad. Su continuidad se debe a Mazapanes Toledo que revivió su consumo hace mas de 60 años.
Total, nada más hace falta que esté en su mesa, bién frio con su copa tipo flauta, un buen corte de salmon, camarones, frutos del mar, pastas com la Fideua, quesos suaves... y con el postre nada como un turrón, mazapán, galletas o pasteles de Mazapanes Toledo, ideales para terminar la comida y si le queda un huequito un sorbete de limón con este cava Siglo XXI.
Y para el café que tal unas peladillas, trufas en fin, en TOLEDO de Polanco, Hegel 237 y Newton; en el Centro Uruguay 29; en su casa matriz ahora en 16 de Septiembre num. 6 y la sucursal del Holbein en la colonia Nápoles del Eje 6 Sur num. 168, esquina Carolina.
La sede de Mazapanes Toledo, en la calle de Uruguay 17 de la ciudad de México, inaugurada hace 50 años y que hoy en día aún sigue abierta
Pérez Galdós, unido por estrecha amistad con un toledano honorario, Navarro Ledesma, había escrito de echo la mejor guía histórica y artística del siglo XIX dedicada a Toledo, fruto del tiempo que vivió en la ciudad para escribir su novela Angel Guerra, alojado en el hotel Lino. Ese hotel, tal vez el primero de los modernos en la ciudad (y que acaba de ser derribado), estaba en la calle de Santa Justa, esquina a la de la Plata, dentro del barrio residencial de abolengo.
Cualquier ocasión era buena para visitar Toledo, y así nos recuerda Antonio Machado: Camino de Toledo encuentro literatos madrileños que van a rendir homenaje a Galdós: «Ayala, Baquero, Diez Canedo, Catá, Insúa, González Blanco, Castrovido, Marañón, etc. » Y en ese «etc.» se alargaría la lista con un no pequeño número de hombre que hoy figuran en las historias de la literatura de la lengua española, pues entre aquellos «madrileños» había cubanos, como Hernández Catá y Alberto Insúa, venezolanos, dominicanos…
Marañón no solo adquirió un Toledo un cigarral, sin o que, siguiendo a Cossió , fue el hombre que destaco y exaltó la obra de Domenicos Theokopoulus. El cigarral del Marañón fue un centro de reunión tanto de españoles como de extranjeros que visitaban España, y podemos comprobarlo gracias a los retratos del fotógrafo por antomasia de Toledo, Rodríguez; en una foto tomada en 1932 en ocasión de la visita de Herriot, vemos al político francés junto a Marañón y acompañado por Fernando de los Ríos, Salvador de Madariaga, Luis Zulueta y Manuel Azaña. Era visita obligada la de Toledo, tanto para los jefes de estado y gobiernos extranjeros como para personalidades del mundo cultural; Einstein la visitó, llevando como guías a Manuel Bartolomé Cossió y Jose Ortega y Gasset.
La misma iglesia «Primada de las Españas», con el Cardenal Reig, salió temporalmente del letargo en que vivía. Era hombre que tenía formación universitaria (en la Facultad de Derecho de Valencia), a más de la eclesiástica: muchas de las reformas e iniciativas relativas a la iglesia partieron de él. Reig no se encierra en su diócesis y sale de España, participando en el Congreso Eucarístico de Chicago (1926), y aprovecha la ocasión para visitar la ciudad homónima de su sede en Ohio. De el parte la política de hermandad ciudades que se inicia con el Toledo castellano y el Toledo de Ohio. Al morir Reig le sustituyo el famoso Cardenal Pedro Segura, (famoso por su intransigencia). Con él hubo un retroceso en las relaciones cordiales entre el obispo y la ciudad. Segura tuvo que renunciar a la sede por el ambiente de animosidad que se creó por su oposición a la República, animosidad que se manifestó aún en el propio Toledo.
Los años de la República tuvieron un peso grande en la vida toledana. Se polarizó la política de derecha e izquierda hasta el extremo de repercutir en la sociedad formada, en la realidad, por dos grupos que si en otros momentos convivieron con buenas relaciones ahora se enfrentaban: por un lado el grupo civil, en general de tendencia liberal formado por una clase media amplia de industriales, comerciantes, rentistas y profesionales (médicos, abogados, profesionales de Instituto y de Normal, ingenieros…) y por otro, una minoría de ricos propietarios, de miembros de la iglesia ay de la clase castrense integrada por los oficiales y familias de la Academia Militar, Fábrica de Armas, Colegio de Huérfanos de Infantería…; en su mayoría sin vínculs con la comunidad toledana, casi todos ellos de tendencia monárquica (mejor dicho, «alfonsina») y que a consecuencia de la política militar del gobierno declararon enemigos.
Este era el ambiente en que se desenvolvían los habitantes de la ciudad, y también Luis Garcia-Galiano, típico toledano aunque nació en Sonseca, donde pasó los primeros a{os de su vida y aprendió a fabricar mazapán. Luis, junto con Ignacio Priedes, copropietario del Hotel Castilla, el mejor y el más elegante de la ciudad, y Gullón, representante de las máquinas de escribir Underwood, que tenía el negocio en la calle Ancha, donde hoy hay un banco, constituían un trio de amigos a quienes, en aquel entonces, cuando estaba tan de moda Alejandro Dumas, se les llamaba los «los tres mosqueteros». Solteros con independencia económica, socialmente considerados, fueron la aspiración matrimonial de las toledanas no «cadeteras» y la admiración de los jóvenes, quienes en el fondo deseaban ser como uno de ellos.
Luis y su hermano Emilio estaban al frente de la representación de los automóviles Ford para Toledo y su provincia, y creo que en aquellos tiempos eran los únicos representantes de ese tipo. Por eso puede decirse que se les debe la presencia de los primeros vehículos de motor en la ciudad. Dudo que en la historia de la casa Ford hayan figurado vendedores más eficaces. Pero no se conformaron con ello, sino que iniciaron la actividad del transporte urbano de pasajeros, estableciendo una línea de autobuses entre la estación de ferrocarril (ese edificio que reproduce una «iglesia» mudéjar con su torre y todo) y Zocodover (el final de la línea estaba donde hoy se encuentra el Banco Español de Crédito). Mas tarde entrando en competencia con el ferrocarril, único enlace que teníamos con el «exterior», establece una línea de autobuses en Madrid, medio de transporte más rápido que el tren, pues esté paraba en una serie de pueblos tanto en la ruta de paso por Aranjuez como en la de paso por Algodor. Fue un éxito esta línea de autobuses (todavía existe) hasta el extremo que era poca la gente que se seguía tomando el tren.
Sus negocios hicieron a Luis hombre popular en la ciudad y en la provincia por su seriedad y honestidad. Adquirió una merecida reputación de persona respetable; dejó de ser «solterón» y creó una familia. Hombre liberal y republicano, empezó a participar activamente en la política local, que tradicionalmente había estado en manos de dos o tres familias francamente conservadoras. Ingresó en el partido de la Izquierda Republicana y em 1931 fue elegido concejal y designado Teniente de Alcalde. Como autoridad municipal, participó en todo aquello que pudiera mejorar el aspecto y los servicios de la ciudad, la cual, día a día, con el apogeo fue adquiriendo, el turismo, era más visitada por miles de personas de todos los rincones del mundo. El fue quién, en su condición de Teniente de Alcalde, atendió y acompañó a los toledanos de Ohio en la visita que hicieron a su homónima en 1934.
Todas las esperanzas que tenia Luis en el futuro de una sociedad justa se fueron «al garete» a consecuencia del pronunciamiento militar del 17 de julio de 1936 y los años de guerra civil, en los que la ciudad de Toledo fue una de las más castigadas, quedando en parte destruida (se ha hecho una reconstrucción casi «perfecta»), encontrándose todavía en ella «heridas» (balazos), en las fachadas de algunos edificios, como el del Casino.
Salió de Toledo, siguiendo el peregrinaje de tantos: Valencia, Barcelona, cruce de la frontera y campo de concentración en Francia. De ahí pasó a México, donde permaneció unos años alejados de la familia. Confiaba en que al llegar a ese país no tendría problema de trabajo, pues la casa Ford tenía unos talleres importantes de montaje de automóviles. El creyó ingenuamente que sería aceptado en la representación, teniendo en cuenta sus conocimientos como mecánico de esos vehículos y el echo de haber sido el representante de la empresa en Toledo y su provincia. Con gran sorpresa se encontró con que era rechazado por los administradores de la empresa Ford en México, por su condición de «rojo».
«Compré unas almendras y un molinillo, nuevo, de café, y las mezclé con azúcar tal como aprendí. Hice unas cuantas figuritas, las barnicé con clara de huevo y las cocí en el horno de la cocina de la casa en que vivía. Fue poco más o menos un kilo de mazapán, mi primera fabricación mexicana. Sali a la calle a ofrecerlos a las principales abarroterías, cuyos propietarios eran españoles. Me pedían probarlo y, para mi satisfacción, todos lo encontraron bueno, pero la mercancía iba disminuyendo sin que recibiera encargo alguno.
En la tienda la «La Sevillana», hoy desaparecida, se decidió mi futuro, pues no sólo encontraron excelente el mazapán, sino que me preguntaron qué necesitaba para producir una cantidad que permitiera la venta. El dueño del negocio, Don Ramón, me proveyó de almendra, azúcar, y además me presto también una suma de dinero.
“Me asocié con otros exiliados y planteamos el negocio, que se instaló en donde sigue hoy, calle Uruguay 17. La venta de este primer año fue de cinco mil pesos, cantidad por aquellos días nada despreciable. De mis socios originales, sólo sobrevivió Moisés Gamero de la Fuente, abogado socialista, que había sido «compromisario» en las elecciones de 1936.”
Yo, y perdóneseme que deba referirme a mi persona, en agosto de 1946 años de exilio, Como era lógico, me puse enseguida en contacto con el grupo toledano (alrededor de cincuenta personas) y concretamente con Luis, a quien conocía bien desde Toledo, y con Moisés, compañero del Instituto de Segunda Enseñanza en la Imperial Ciudad y más tarde en la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid. A ninguno de los dos había visto desde antes del inicio de la guerra civil, pero estábamos tan unidos que al reencontrarnos parecía que «había sido ayer» cuándo acabábamos de depararnos.
Cuando disponía de un rato, el lugar de encuentro era la «tienda» y allí, hablando un día, les sugerí que habida cuenta del producto que elaboraban, la mejor propaganda sería un calendario, de modo que el cliente, al llegar el mes de diciembre, tuviera presentes los mazapanes y turrones cuando mirara el almanaque de «Mazapanes Toledo», Lógicamente, las láminas del primer año deberían ser monumentos de nuestra ciudad natal.
En la biblioteca del Instituto Panamericano de Geografía e Historia me presentaron Recuerdos y Bellezas de España, ilustrado con láminas del pintor catalán Francisco Javier Parcerisa, y así fue el primero que apareció, en 1946. El calendario se convirtió al fin en una propaganda efectiva, hasta el extremo de que gran parte de las preocupaciones de Moisés a lo largo del año se referían al motivo que ilustraría el calendario. Decidido el tema de común acuerdo con Luis, ya aquel no volvía a ocuparse del asunto.
Los «Mazapanes Toledo» han sido un trasplante de este producto, típico de la vieja ciudad, a México, hasta el extremo que compiten en el buen sentido de la palabra con los originales, pero no en plan de lucha o rivalidad, sino al contrario: de fraternidad y de unión.
El mazapán y el turrón son hoy un producto mexicano como español; y los calendarios con su sentido artístico y temática cultural, influyeron en la publicidad haciendo desaparecer el estilo de «cromos» para dar paso a otro de gusto refinado.
Con Luis, recordábamos Toledo, a veces recorríamos con la imaginación sus calles, con sus gentes, a las que seguíamos viendo tal como cuando vivíamos allí. Pero Luis daba como pro sentado que no volvería a ver nuestra tierra. ¡Y así fue! Ganivet, en carta a Navarro Ledesma, decía; “Hay una aclimatación espiritual distinta de la fisiológica y hay individuos que no son aptos para la primera.” Luis sí se adaptó espiritualmente a México ,pero sin renegar ni olvidar Toledo.